Sant Jordi
Era tiempo de dragones. Los que dicen haber visto alguno, y viven para contarlo, dicen que son lagartijas tan grandes como elefantes. Con el cuerpo cubierto de escamas tan duras como corazas. Poseen una larga y fuerte cola, con la que dan pasaporte a todo aquel que se cree a salvo de la bestia a sus espaldas. Un par de potentes alas a los costados, que elevan tan inmenso animal como si fuera una pluma. Y en la cabeza, una boca grande y llena de terroríficos dientes. Dicen que los hay con la habilidad de escupir fuego, y unos pocos, quizá con la ayuda del diablo, están dotados de alma y son capaces de pensar y hablar como las personas.
Pues uno de estos dragones, llevaba días atemorizando un pequeño reino que se asentaba a los pies de una montaña. Pasaba sobrevolando las casas y campos, incendiándolo todo a su paso. El rey envío a sus mejores y mas valientes caballeros a cazar a la bestia, y ninguno volvió. Envío a sus mejores soldados, y ninguno volvió. Finalmente envío a todo el que pudiera empuñar un arma, y tampoco se supo de ellos. Asesorado por sus consejeros, un grupo de sabios y magos, fueron a la búsqueda del dragón. Encontraron un claro en la montaña, y una cueva con la entrada llena de huesos. Al acercase a ella, vieron como salía, poco a poco, sin prisa, el enorme animal. ¿Qué queréis? les pregunto con una voz que retumbo en toda la montaña. Tras un rato hablando llegaron a un acuerdo, él no atacaría el reino, si cada día le llevaban comida hasta ese claro. El grupo volvió a palacio y expusieron las condiciones del dragón. Todo el mundo pensó que era la mejor solución, y que tras unos días, harto de comida se marcharía. Y así lo hicieron.
Pasadas varias semanas no quedaba mas comida en el reino, y el dragón exigía más y más. De nuevo el grupo de sabios y magos fue a visitar al dragón, a explicarle que ya no les quedaba ni comida para el pueblo. El dragón se enfadó y les dijo “Pues traedme una doncella cada día o acabaré con el pueblo”. El grupo transmitió su mensaje al rey, y tras pensarlo bien, decidió que no tenían otra opción mas que aceptar. Se convocaron a todas las mujeres del pueblo y se pusieron sus nombres en un saco. Todos excepto el de la hija del rey, que tras consultar a los sabios, decidieron que ella por ser princesa, estaba exenta del acuerdo. Pero mientras discutían el asunto, la princesa introdujo su nombre en el saco con el de las demás. Llegado el momento se extrajo un nombre del saco y este fue el de la princesa. Tras largas discusiones, gritos y “vuestra majestad no puede2, la princesa ensillo un caballo de las cuadras reales y se dirigió a la cueva del dragón sin que nadie pudiera, y alguna no quisiera, detenerla.
Al llegar al claro, descabalgó de su montura y se quedó mirando la cueva. Al poco salió el temible dragón, y pensó “bien, han cumplido mis deseos”. El caballo al ver salir a la bestia relincho, se puso a dos patas, tumbó a la princesa y salió huyendo. “Estúpidos animales estos caballos”, pensó el dragón, pero su vista estaba fijada en la nueva presa. Se acercaba a ella, poco a poco, y saboreándola antes de ni haberla tocado, cuando oyó el rebufar de un caballo. “A fin de cuentas no es tan cobarde el animal”, pensó el dragón. Al girar la cabeza para ver al animal vio delante de si, un bello caballo blanco, con un caballero a sus lomos. La princesa no salía de asombro, pues no había visto llegar al caballero. Vestía armadura plateada, el rostro oculto, una gran lanza y un escudo de fondo blanco y cruz roja. El dragón le estudió con detenimiento, “estos humanos son como los perros, pensó, cuanto menos ruido hacen más peligrosos son, y este cabrón no ha abierto la boca ni para respirar”. El caballero cargó contra la bestia, y esta al verle avanzar le soltó una bocanada de fuego. Este se defendió interponiendo su escudo entre el fuego y su montura. Aprovechando que el dragón inspiraba para volver a sacar fuego, el caballero se colocó a su espalda, y la bestia le soltó un coletazo que caballo y caballero superaron sin problemas, colocándose al otro lado. “Ahora estas perdido”, pensó la bestia, mientras se revolvía rápidamente soltando una temible dentellada al aire. “Que extraño, debería de tener o un caballo o un caballero en mi boca”. Entonces observó que delante suyo se encontraba el caballo, mirándole amenazante. “¿Si ahí esta el estúpido cuadrúpedo, donde esta el humano?”. No había terminado de pasar este pensamiento por su cabeza, cuando noto una lanza atravesándole la garganta.
La bestia se desplomaba ante la atónita mirada de la princesa, haciendo temblar el suelo debajo de ella. El caballero se acercó tranquilamente hasta el dragón, apoyo el pie en él para arrancarle la lanza, la guardó, sacó una cuerda, ató un cabo alrededor de la bestia y el otro a la silla del caballo. Montó y empezó a arrastrar al animal, al llegar a la altura de la princesa, se detuvo y alargo el brazo invitándola a subir. Durante todo el camino de vuelta, la princesa no dejaba de mirar atrás con miedo a que la bestia se levantara, pero no lo hizo. Al cruzar las murallas del reino, la noticia de que un caballero había matado al dragón y salvado a la princesa corrió como la pólvora. Llegados delante de palacio la princesa saltó del caballo y fue corriendo a hablar con su padre, mientras en el exterior, la gente estaba agolpada alrededor del dragón, al cual insultaban, escupían o lanzaban piedras, maldiciéndole por haber matado a sus padres, hermanos, hijos... La princesa arrastró a su padre hasta el balcón del palacio, y desde allí vieron atónitos, al igual que todos los que estaban rodeando al dragón, como este se iba fundiendo con la tierra hasta desaparecer. En cuanto al caballero, nadie recuerda verle marchar, ni que dirección tomó.
Los que dicen haber estado allí, cuentan que esta historia es cierta, y que cada una de las gotas de sangre que se derramaron del dragón, se convirtieron en rosas rojas. Todo esto en tiempo de dragones.
Pues uno de estos dragones, llevaba días atemorizando un pequeño reino que se asentaba a los pies de una montaña. Pasaba sobrevolando las casas y campos, incendiándolo todo a su paso. El rey envío a sus mejores y mas valientes caballeros a cazar a la bestia, y ninguno volvió. Envío a sus mejores soldados, y ninguno volvió. Finalmente envío a todo el que pudiera empuñar un arma, y tampoco se supo de ellos. Asesorado por sus consejeros, un grupo de sabios y magos, fueron a la búsqueda del dragón. Encontraron un claro en la montaña, y una cueva con la entrada llena de huesos. Al acercase a ella, vieron como salía, poco a poco, sin prisa, el enorme animal. ¿Qué queréis? les pregunto con una voz que retumbo en toda la montaña. Tras un rato hablando llegaron a un acuerdo, él no atacaría el reino, si cada día le llevaban comida hasta ese claro. El grupo volvió a palacio y expusieron las condiciones del dragón. Todo el mundo pensó que era la mejor solución, y que tras unos días, harto de comida se marcharía. Y así lo hicieron.
Pasadas varias semanas no quedaba mas comida en el reino, y el dragón exigía más y más. De nuevo el grupo de sabios y magos fue a visitar al dragón, a explicarle que ya no les quedaba ni comida para el pueblo. El dragón se enfadó y les dijo “Pues traedme una doncella cada día o acabaré con el pueblo”. El grupo transmitió su mensaje al rey, y tras pensarlo bien, decidió que no tenían otra opción mas que aceptar. Se convocaron a todas las mujeres del pueblo y se pusieron sus nombres en un saco. Todos excepto el de la hija del rey, que tras consultar a los sabios, decidieron que ella por ser princesa, estaba exenta del acuerdo. Pero mientras discutían el asunto, la princesa introdujo su nombre en el saco con el de las demás. Llegado el momento se extrajo un nombre del saco y este fue el de la princesa. Tras largas discusiones, gritos y “vuestra majestad no puede2, la princesa ensillo un caballo de las cuadras reales y se dirigió a la cueva del dragón sin que nadie pudiera, y alguna no quisiera, detenerla.
Al llegar al claro, descabalgó de su montura y se quedó mirando la cueva. Al poco salió el temible dragón, y pensó “bien, han cumplido mis deseos”. El caballo al ver salir a la bestia relincho, se puso a dos patas, tumbó a la princesa y salió huyendo. “Estúpidos animales estos caballos”, pensó el dragón, pero su vista estaba fijada en la nueva presa. Se acercaba a ella, poco a poco, y saboreándola antes de ni haberla tocado, cuando oyó el rebufar de un caballo. “A fin de cuentas no es tan cobarde el animal”, pensó el dragón. Al girar la cabeza para ver al animal vio delante de si, un bello caballo blanco, con un caballero a sus lomos. La princesa no salía de asombro, pues no había visto llegar al caballero. Vestía armadura plateada, el rostro oculto, una gran lanza y un escudo de fondo blanco y cruz roja. El dragón le estudió con detenimiento, “estos humanos son como los perros, pensó, cuanto menos ruido hacen más peligrosos son, y este cabrón no ha abierto la boca ni para respirar”. El caballero cargó contra la bestia, y esta al verle avanzar le soltó una bocanada de fuego. Este se defendió interponiendo su escudo entre el fuego y su montura. Aprovechando que el dragón inspiraba para volver a sacar fuego, el caballero se colocó a su espalda, y la bestia le soltó un coletazo que caballo y caballero superaron sin problemas, colocándose al otro lado. “Ahora estas perdido”, pensó la bestia, mientras se revolvía rápidamente soltando una temible dentellada al aire. “Que extraño, debería de tener o un caballo o un caballero en mi boca”. Entonces observó que delante suyo se encontraba el caballo, mirándole amenazante. “¿Si ahí esta el estúpido cuadrúpedo, donde esta el humano?”. No había terminado de pasar este pensamiento por su cabeza, cuando noto una lanza atravesándole la garganta.
La bestia se desplomaba ante la atónita mirada de la princesa, haciendo temblar el suelo debajo de ella. El caballero se acercó tranquilamente hasta el dragón, apoyo el pie en él para arrancarle la lanza, la guardó, sacó una cuerda, ató un cabo alrededor de la bestia y el otro a la silla del caballo. Montó y empezó a arrastrar al animal, al llegar a la altura de la princesa, se detuvo y alargo el brazo invitándola a subir. Durante todo el camino de vuelta, la princesa no dejaba de mirar atrás con miedo a que la bestia se levantara, pero no lo hizo. Al cruzar las murallas del reino, la noticia de que un caballero había matado al dragón y salvado a la princesa corrió como la pólvora. Llegados delante de palacio la princesa saltó del caballo y fue corriendo a hablar con su padre, mientras en el exterior, la gente estaba agolpada alrededor del dragón, al cual insultaban, escupían o lanzaban piedras, maldiciéndole por haber matado a sus padres, hermanos, hijos... La princesa arrastró a su padre hasta el balcón del palacio, y desde allí vieron atónitos, al igual que todos los que estaban rodeando al dragón, como este se iba fundiendo con la tierra hasta desaparecer. En cuanto al caballero, nadie recuerda verle marchar, ni que dirección tomó.
Los que dicen haber estado allí, cuentan que esta historia es cierta, y que cada una de las gotas de sangre que se derramaron del dragón, se convirtieron en rosas rojas. Todo esto en tiempo de dragones.
O post já esta preparado! Fala a verdade!!!
ResponderEliminarSalve, Jorge!
Si si si si si.... bueno
ResponderEliminarMucho San Jordi pero aquí nadie regala rosas ehhh? ajauajajaja
Besitos!!!
las historias de dragones ..sabios..y magos de braba blanca y larga(asi me lo imagino)...son fantasticas...ahora ya sabemos de donde salieron las rosas.... :)
ResponderEliminar(PUEDES PASAR A LEER TU POST DEDICADO...)
Feliç Sant Jordi!!!
ResponderEliminar;-)