Desierto
Lawrence tiró del estribo de su dromedario y se detuvieron. Oteó
el horizonte, miró a su derecha, a su izquierda y se giró para
mirar atrás. Desierto. Un mar de arena. No había nada ni nadie
excepto él y su montura.
Paró no porque estuviera exhausto, eso hacía un par de días que lo estaba, sino porque no podía sacarse de la cabeza todos aquellos pensamientos, todas aquellas preocupaciones. En las últimas horas solo hacía que pensar en el pasado, en un casa de Inglaterra, en lo que su padre siempre le decía, el porque no hizo aquel viaje antes de partir hacía Arabia, el porque discutió con su hermano. Se encontraba en mitad del desierto, lejos de cualquier punto conocido, con el Sol como único punto de referencia y su montura como única compañía, seguramente mas cerca de la muerte que de la vida, y solo podía pensar en cosas pasadas, en problemas que ya no tenían solución, en lugar de preocuparse por sobrevivir. Gritaría pero su educación no se lo permitía, no fuera a verle alguien y pensar que no era un caballero.
Inspiro hondo varias veces, aunque el aire cálido del desierto mezclado con arena no era lo mejor para respirar. Cerró los ojos e intentó no pensar en nada, pero aún seguía pensando en el jodido general Martins o en el día que vio como abatían a su colega Jones en la carga en aquella ciudad de la que ya no recordaba el nombre. Finalmente consiguió escuchar nada y los pensamientos fueron desapareciendo. Al principio solo podía oír el fuerte latir de su corazón y poco a poco lo sustituyeron los resoplidos de su montura.
Abrió los ojos, inspiró profundamente de nuevo, en ese instante tenía claro lo que tenia que hacer, todas las preocupaciones no le iban a sacar de aquel maldito desierto, del que quizá no saldría jamás, y si era así las preocupaciones tampoco ayudaban. La única cosa que podía hacer era intentar no desviarse demasiado del camino que había trazado y rezar para que llevara a algún lugar habitado. Dio un golpe seco con la fusta al dromedario y este volvió a iniciar a su cadencioso caminar.
Paró no porque estuviera exhausto, eso hacía un par de días que lo estaba, sino porque no podía sacarse de la cabeza todos aquellos pensamientos, todas aquellas preocupaciones. En las últimas horas solo hacía que pensar en el pasado, en un casa de Inglaterra, en lo que su padre siempre le decía, el porque no hizo aquel viaje antes de partir hacía Arabia, el porque discutió con su hermano. Se encontraba en mitad del desierto, lejos de cualquier punto conocido, con el Sol como único punto de referencia y su montura como única compañía, seguramente mas cerca de la muerte que de la vida, y solo podía pensar en cosas pasadas, en problemas que ya no tenían solución, en lugar de preocuparse por sobrevivir. Gritaría pero su educación no se lo permitía, no fuera a verle alguien y pensar que no era un caballero.
Inspiro hondo varias veces, aunque el aire cálido del desierto mezclado con arena no era lo mejor para respirar. Cerró los ojos e intentó no pensar en nada, pero aún seguía pensando en el jodido general Martins o en el día que vio como abatían a su colega Jones en la carga en aquella ciudad de la que ya no recordaba el nombre. Finalmente consiguió escuchar nada y los pensamientos fueron desapareciendo. Al principio solo podía oír el fuerte latir de su corazón y poco a poco lo sustituyeron los resoplidos de su montura.
Abrió los ojos, inspiró profundamente de nuevo, en ese instante tenía claro lo que tenia que hacer, todas las preocupaciones no le iban a sacar de aquel maldito desierto, del que quizá no saldría jamás, y si era así las preocupaciones tampoco ayudaban. La única cosa que podía hacer era intentar no desviarse demasiado del camino que había trazado y rezar para que llevara a algún lugar habitado. Dio un golpe seco con la fusta al dromedario y este volvió a iniciar a su cadencioso caminar.
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