El día mas feliz de mi vida
Hola,
Ayer posiblemente fue el mejor día de mi vida en últimos años, y la culpable fue Leyre, ¿quién si no?
Ayer se celebraba la festividad de Sant Medir y, como cada 3 de marzo, la cabalgata salia a la calle a repartir caramelos. Mi idea, como siempre, era plasmar con mi cámara la actividad de Leyre. Cuando llegué bajando Gran de Gràcia desde Lesseps la encontré allí toda excitada porque había visto a la Guardia Urbana montada de Barcelona en sus caballos, con sus rojos trajes y sus instrumentos.
Empezó a pasar la cabalgata y a los dos minutos desistí de querer registrar nada, y decidí que pasármelo tan bien como se lo estaba pasando Leyre era lo mejor. Su cara al ver pasar los primeros caballos, solo fue sobrepasada al notar como una lluvia de caramelos caía encima de ella y superada de nuevo cuando se dio cuenta que no tenia que limitarse a los caídos a su alrededor que podía recorrer toda la acera recogiendo caramelos.
Los cogía tirada por el suelo, gateando, intentando atrapar el máximo de caramelos con sus pequeñas manos, como si se fueran a acabar. Yo la seguía con una bolsa, que al principio catalogué erróneamente de demasiado grande, y ella depositaba allí el botín e iba a por mas. Tan entusiasmada la veía la gente que muchos cogían caramelos y se los daban para su botín. Entre colla y colla, pasaban bandas de música, de las de siempre con sus componentes rozando la setentena hasta jóvenes emulando las batucadas, entonces se ponía a bailar como si la fiesta se fuera a acabar. Esta niña cerrará discotecas. A ratos me recordaba a los Blues brothers bailando como si corriera sin moverse del sitio. Pasada la música, yo veía por encima de la gente la siguiente colla y la avisaba, y volvíamos a la captura de caramelos.
La mayoría son caramelos, pero de tanto en tanto cae alguna chuche, piruleta, palote, que todos los que hemos estado cogiendo caramelos en Sant Medir sabemos que son el premio gordo, y así fue. Cuando se agacho después de notar los caramelos caerle encima y vio un palote, estaba mas contenta que un pirata al encontrar un tesoro, y así pasamos la noche.
Como nos ha pasado a todos, le golpearon caramelos en la cabeza o en la cara, es inevitable, y ella lo cuenta entre carcajadas, como orgullosas heridas de guerra. Para ella, aunque ya había estado, todo fue una nueva aventura, donde la gente tiraba caramelos, gente iba a caballo, los caballos decían si con la cabeza, señores tocaban el tambor, los abuelos se peleaban con ella por caramelos... En casa tiene una bolsa de caramelos que debe de pesar unos cuantos kilos, como las grandes bolsas que mi primo Alex y yo recogíamos de pequeños, lo que seguramente desconocéis es que a Leyre no le gustan los dulces, ni los caramelos. Ella tampoco sabe que quizá el domingo vuelva a repetir.
Ayer posiblemente fue el mejor día de mi vida en últimos años, y la culpable fue Leyre, ¿quién si no?
Ayer se celebraba la festividad de Sant Medir y, como cada 3 de marzo, la cabalgata salia a la calle a repartir caramelos. Mi idea, como siempre, era plasmar con mi cámara la actividad de Leyre. Cuando llegué bajando Gran de Gràcia desde Lesseps la encontré allí toda excitada porque había visto a la Guardia Urbana montada de Barcelona en sus caballos, con sus rojos trajes y sus instrumentos.
Empezó a pasar la cabalgata y a los dos minutos desistí de querer registrar nada, y decidí que pasármelo tan bien como se lo estaba pasando Leyre era lo mejor. Su cara al ver pasar los primeros caballos, solo fue sobrepasada al notar como una lluvia de caramelos caía encima de ella y superada de nuevo cuando se dio cuenta que no tenia que limitarse a los caídos a su alrededor que podía recorrer toda la acera recogiendo caramelos.
Los cogía tirada por el suelo, gateando, intentando atrapar el máximo de caramelos con sus pequeñas manos, como si se fueran a acabar. Yo la seguía con una bolsa, que al principio catalogué erróneamente de demasiado grande, y ella depositaba allí el botín e iba a por mas. Tan entusiasmada la veía la gente que muchos cogían caramelos y se los daban para su botín. Entre colla y colla, pasaban bandas de música, de las de siempre con sus componentes rozando la setentena hasta jóvenes emulando las batucadas, entonces se ponía a bailar como si la fiesta se fuera a acabar. Esta niña cerrará discotecas. A ratos me recordaba a los Blues brothers bailando como si corriera sin moverse del sitio. Pasada la música, yo veía por encima de la gente la siguiente colla y la avisaba, y volvíamos a la captura de caramelos.
La mayoría son caramelos, pero de tanto en tanto cae alguna chuche, piruleta, palote, que todos los que hemos estado cogiendo caramelos en Sant Medir sabemos que son el premio gordo, y así fue. Cuando se agacho después de notar los caramelos caerle encima y vio un palote, estaba mas contenta que un pirata al encontrar un tesoro, y así pasamos la noche.
Como nos ha pasado a todos, le golpearon caramelos en la cabeza o en la cara, es inevitable, y ella lo cuenta entre carcajadas, como orgullosas heridas de guerra. Para ella, aunque ya había estado, todo fue una nueva aventura, donde la gente tiraba caramelos, gente iba a caballo, los caballos decían si con la cabeza, señores tocaban el tambor, los abuelos se peleaban con ella por caramelos... En casa tiene una bolsa de caramelos que debe de pesar unos cuantos kilos, como las grandes bolsas que mi primo Alex y yo recogíamos de pequeños, lo que seguramente desconocéis es que a Leyre no le gustan los dulces, ni los caramelos. Ella tampoco sabe que quizá el domingo vuelva a repetir.
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