Picco, piccolina
Hola,
Leyre no puede estarse quieta, pero encima no puede estarse quieta al 100% de energía. Así que el otro día me tocó a mi jugar con ella. Durante un rato jugamos al fútbol, incluso nos vestimos (imaginariamente) de jugadores, y jugamos en un pasillo. Os podría explicar mil historias de fútbol de pasillo. Luego jugamos a que ella era la tendera y yo el cliente. Jugamos a caminar de maneras extrañas, y ella nunca ha visto a los Monty Python y su ministerio de andares tontos. Cantamos, bailamos,... mil cosas que grabada y subidas a la red serían trending, según la imparcial opinión de su tío barra padrino.
Otro día tuve a Míriam sentada en mis piernas. Ella sentada en mis rodillas con las piernas estiradas hacía mi, no llegaba a mi barriga. O ella es de piernas cortas o yo de piernas largas, o las dos cosas al mismo tiempo. Tenía en las manos un libro de cuatro hojas de plástico con dibujitos de animales, pasaba las hojas, lo agitaba y todo mientras pronunciaba un discurso. Un montón de palabras, o trozos de ellas, sin sentido para los que la escuchamos, pero que para ella deben ser el significado de la vida entera. Me sonreía, me aleccionaba, me abroncaba y se giraba hacía la tele haciendo palmas cada vez que en el concurso el público aplaudía.
Hablan de la vida digital. De que hoy todo se sube a la red. Solo debéis de seguir algún canal de algún youtuber (hace vídeos para youtube) que grabe dailys (graba un vídeo cada día), y veréis que parece que todo se puede grabar y difundir. Quizá algún día eso sea verdad, pero entonces nos faltarán vidas para ver las vidas de los demás. No todo se puede enseñar al mundo, como los magos debemos de guardar algún secreto que sorprenda al público. Esos ratos en los que paso haciendo el payaso con mis sobrinas y las veo bailando, cantando ¿en italiano?, coloreando dibus de Mickey Mouse, leyendo libros que no tienen palabras, siendo abroncado, aleccionado, o mientras me mordisquean los dedos de la mano, se quedarán en mis neuronas hasta que el puto alemán que esconde las cosas se las lleve. Momentos como está canción en italiano que tan bien canta Leyre, solo estarán en las neuronas que habitan mi cabeza y allí deben quedarse.
Leyre no puede estarse quieta, pero encima no puede estarse quieta al 100% de energía. Así que el otro día me tocó a mi jugar con ella. Durante un rato jugamos al fútbol, incluso nos vestimos (imaginariamente) de jugadores, y jugamos en un pasillo. Os podría explicar mil historias de fútbol de pasillo. Luego jugamos a que ella era la tendera y yo el cliente. Jugamos a caminar de maneras extrañas, y ella nunca ha visto a los Monty Python y su ministerio de andares tontos. Cantamos, bailamos,... mil cosas que grabada y subidas a la red serían trending, según la imparcial opinión de su tío barra padrino.
Otro día tuve a Míriam sentada en mis piernas. Ella sentada en mis rodillas con las piernas estiradas hacía mi, no llegaba a mi barriga. O ella es de piernas cortas o yo de piernas largas, o las dos cosas al mismo tiempo. Tenía en las manos un libro de cuatro hojas de plástico con dibujitos de animales, pasaba las hojas, lo agitaba y todo mientras pronunciaba un discurso. Un montón de palabras, o trozos de ellas, sin sentido para los que la escuchamos, pero que para ella deben ser el significado de la vida entera. Me sonreía, me aleccionaba, me abroncaba y se giraba hacía la tele haciendo palmas cada vez que en el concurso el público aplaudía.
Hablan de la vida digital. De que hoy todo se sube a la red. Solo debéis de seguir algún canal de algún youtuber (hace vídeos para youtube) que grabe dailys (graba un vídeo cada día), y veréis que parece que todo se puede grabar y difundir. Quizá algún día eso sea verdad, pero entonces nos faltarán vidas para ver las vidas de los demás. No todo se puede enseñar al mundo, como los magos debemos de guardar algún secreto que sorprenda al público. Esos ratos en los que paso haciendo el payaso con mis sobrinas y las veo bailando, cantando ¿en italiano?, coloreando dibus de Mickey Mouse, leyendo libros que no tienen palabras, siendo abroncado, aleccionado, o mientras me mordisquean los dedos de la mano, se quedarán en mis neuronas hasta que el puto alemán que esconde las cosas se las lleve. Momentos como está canción en italiano que tan bien canta Leyre, solo estarán en las neuronas que habitan mi cabeza y allí deben quedarse.
Io sono un bambino
picco, piccolino.
Tu sei una bambina
picco, piccolina.
Io sono un bambino
picco, piccolino.
Tu sei una bambina
picco, piccolina.
Fai la a, fai la e,
fai la i, fai la o.
Fai la a, fai la e,
fai la i, la o, la u
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