Cosas de bodas
Hola,
No es que haya asistido a muchas bodas en mi vida, pero si os puedo asegurar que he asistido a unas cuantas de curiosas, fuera de lo que la mayoría dice que ha de ser una boda normal, y ayer asistí a otra que añadir a la lista de curiosidades.
Eran cerca de las 10 de la noche y una veintena de personas nos reunimos en un bar de la ciudad condal. Solo invitados, los novios no estaban, en su lugar una televisión grande, no me preguntéis cuantas pulgadas, conectada a un ordenador y a una cámara. Los novios, Fran y Guido, estaban a unos once mil kilómetros en Santiago de Chile. En Barcelona era una fría noche otoñal, con la ciudad cubierta con esa extraña niebla que nos acompaña estos días por la noche, allí era una soleada tarde de primavera. Aquí estábamos reunidos en una sala de un bar, allí estaban celebrando el evento en el jardín.
Hasta aquí las rarezas, porque todo lo demás transcurrió como suele pasar en las bodas. Una vez se estableció la conexión, gracias a los señores de Google, en la televisión estaban los novios. Allí todo elegantes con sus camisas, Guido camisa blanca, Fran con camisa azul, mientras aquella mujer que llevaba la ceremonia les hacía firmar su compromiso. Entonces empezaron a aplaudir en Chile y aplaudimos aquí en Barcelona. Seguramente nos le llegó, pero aquí sonaron unos cuantos "¡vivan los novios!" y unos cuantos "¡que se besen!", mientras el resto de la clientela del local debía de flipar. Allí empezaron los parlamentos, amigos, y familia de Fran, y familia llegada desde Paraguay de Guido, y empezaron a caer las primeras lágrimas que cruzaron el océano y aquí también cayeron. Ellos empezaron a celebrar la fiesta y nosotros a cenar, que con las emociones y eso se nos había hecho tarde. Un buen puñado de fotos mas tarde, que estarán flotando en algún lugar de la red, unas cuantas bebidas y algún que otro baile nos fuimos con la alegría de haber pasado una buena noche y viendo ya casados a unos amigos.
Las cosas pasan y no sabes ni como. Si alguien me dice hace unos diez años, que en diez años iba a asistir a la boda, por internet, de un tal Guido que acababa de aterrizar en España desde Paraguay, y que la boda iba a ser en Chile y con un tal Fran el cual aún no había pisado España, simplemente no me lo hubiera creído. Pero mira, aquí estamos.
No es que haya asistido a muchas bodas en mi vida, pero si os puedo asegurar que he asistido a unas cuantas de curiosas, fuera de lo que la mayoría dice que ha de ser una boda normal, y ayer asistí a otra que añadir a la lista de curiosidades.
Eran cerca de las 10 de la noche y una veintena de personas nos reunimos en un bar de la ciudad condal. Solo invitados, los novios no estaban, en su lugar una televisión grande, no me preguntéis cuantas pulgadas, conectada a un ordenador y a una cámara. Los novios, Fran y Guido, estaban a unos once mil kilómetros en Santiago de Chile. En Barcelona era una fría noche otoñal, con la ciudad cubierta con esa extraña niebla que nos acompaña estos días por la noche, allí era una soleada tarde de primavera. Aquí estábamos reunidos en una sala de un bar, allí estaban celebrando el evento en el jardín.
Hasta aquí las rarezas, porque todo lo demás transcurrió como suele pasar en las bodas. Una vez se estableció la conexión, gracias a los señores de Google, en la televisión estaban los novios. Allí todo elegantes con sus camisas, Guido camisa blanca, Fran con camisa azul, mientras aquella mujer que llevaba la ceremonia les hacía firmar su compromiso. Entonces empezaron a aplaudir en Chile y aplaudimos aquí en Barcelona. Seguramente nos le llegó, pero aquí sonaron unos cuantos "¡vivan los novios!" y unos cuantos "¡que se besen!", mientras el resto de la clientela del local debía de flipar. Allí empezaron los parlamentos, amigos, y familia de Fran, y familia llegada desde Paraguay de Guido, y empezaron a caer las primeras lágrimas que cruzaron el océano y aquí también cayeron. Ellos empezaron a celebrar la fiesta y nosotros a cenar, que con las emociones y eso se nos había hecho tarde. Un buen puñado de fotos mas tarde, que estarán flotando en algún lugar de la red, unas cuantas bebidas y algún que otro baile nos fuimos con la alegría de haber pasado una buena noche y viendo ya casados a unos amigos.
Las cosas pasan y no sabes ni como. Si alguien me dice hace unos diez años, que en diez años iba a asistir a la boda, por internet, de un tal Guido que acababa de aterrizar en España desde Paraguay, y que la boda iba a ser en Chile y con un tal Fran el cual aún no había pisado España, simplemente no me lo hubiera creído. Pero mira, aquí estamos.
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