Un nuevo salón del cómic
Hola,
Mañana empieza una nueva edición del Salón del cómic de Barcelona y ya serán treinta y cinco. No me preguntéis exactamente cuando fui por primera vez, pero diría que fue la edición once o doce, cuando ya se celebraba en la estación de Francia. Debió de ser sobre el año 1992 o 1993, ¡el siglo pasado!, y yo con 18 o 19 años.
Tampoco me preguntéis que sucedió en cada uno de ellos, pues no sabría deciros. Recuerdo una charla de Ibañez, y que a la salida le hice una foto a él y a mi cuñado juntos. Recuerdo haber perdido la noción del tiempo delante de unos bocetos dibujados por Guarnido sobre la película del Jorobado de Notre dame, de su época en Disney. Creo haberme cruzado con Moebius en uno de ellos. Recuerdo el haberme pasado un buen rato en una esquina viendo como Luís Royo trazaba líneas para una dedicatoria para un fan. Recuerdo la fascinación de ver en persona a Azpiri, que tantas portadas de vídeo-juegos de mi infancia dibujo. Recuerdo la primera vez que vi a Barbucci, que ni los mismos del stand tenían claro que quería ese italiano despistado. Recuerdo a Agustina Guerrero pintando un mural y echar de menos un jersey a rayas. Recuerdo a Oscar Nebreda dibujando tanto humor tan rápido. Recuerdo el murmullo de la gente al ver aparecer a Victoria Francés enfundada en un traje de lo mas gótico.
Ahora ya no dibujo tanto como quisiera, ni amplio mi colección de cómics cada vez que tengo ocasión, ni estoy al día de las novedades, pero sigo manteniendo la misma fascinación de siempre. Sigue siendo una parte importante de mi vida, lo demuestra que todo el que significa algo en mi vida me ha acompañado al salón, así que aunque con la mayoría de gente con la que ahora hago cola para entrar podrían ser tranquilamente mis hijos, allí estaré este año otra vez. Esta vez enfundado con una camiseta de Lucky Luke, que la sincronicidad o lo que sea, han hecho que me regalen una el mismo año que el salón le va a dedicar una exposición. Para mi eso es una señal de que querían que fuera.
Mañana empieza una nueva edición del Salón del cómic de Barcelona y ya serán treinta y cinco. No me preguntéis exactamente cuando fui por primera vez, pero diría que fue la edición once o doce, cuando ya se celebraba en la estación de Francia. Debió de ser sobre el año 1992 o 1993, ¡el siglo pasado!, y yo con 18 o 19 años.
Tampoco me preguntéis que sucedió en cada uno de ellos, pues no sabría deciros. Recuerdo una charla de Ibañez, y que a la salida le hice una foto a él y a mi cuñado juntos. Recuerdo haber perdido la noción del tiempo delante de unos bocetos dibujados por Guarnido sobre la película del Jorobado de Notre dame, de su época en Disney. Creo haberme cruzado con Moebius en uno de ellos. Recuerdo el haberme pasado un buen rato en una esquina viendo como Luís Royo trazaba líneas para una dedicatoria para un fan. Recuerdo la fascinación de ver en persona a Azpiri, que tantas portadas de vídeo-juegos de mi infancia dibujo. Recuerdo la primera vez que vi a Barbucci, que ni los mismos del stand tenían claro que quería ese italiano despistado. Recuerdo a Agustina Guerrero pintando un mural y echar de menos un jersey a rayas. Recuerdo a Oscar Nebreda dibujando tanto humor tan rápido. Recuerdo el murmullo de la gente al ver aparecer a Victoria Francés enfundada en un traje de lo mas gótico.
Ahora ya no dibujo tanto como quisiera, ni amplio mi colección de cómics cada vez que tengo ocasión, ni estoy al día de las novedades, pero sigo manteniendo la misma fascinación de siempre. Sigue siendo una parte importante de mi vida, lo demuestra que todo el que significa algo en mi vida me ha acompañado al salón, así que aunque con la mayoría de gente con la que ahora hago cola para entrar podrían ser tranquilamente mis hijos, allí estaré este año otra vez. Esta vez enfundado con una camiseta de Lucky Luke, que la sincronicidad o lo que sea, han hecho que me regalen una el mismo año que el salón le va a dedicar una exposición. Para mi eso es una señal de que querían que fuera.
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