Ya han pasado trece años
Eran las 2:30 de la madrugada de un 22 de febrero, como hoy pero del 2010, que veía por primera vez a esa persona que es Leyre. Trece años en los que todos hemos cambiado, incluso algunos ya no están.
Tiene cosas malas, que no explicaré, pero sigue manteniendo y perfeccionando aquella mirada que lo observa todo mientras su cabeza lo almacena y clasifica todo. Sigue teniendo esa sonrisa que la hace amable, aunque los que la conocemos sabemos que es por compromiso, y la otra que a veces se torna en carcajada sincera. Sigue obsesionando por cosas hasta que las conoce a la perfección, fuera Pocoyó de pequeña o los chicos de Stranger things de mayor.
Es estudiosa, mucho mas de lo que yo lo he sido jamás. Es lista, avispada y tiene un don natural para bailar, sobretodo ritmos urbanos. Insultatemente talentosa.
Tiene rarezas como no le gusta el chocolate, o devora solo ciertos donuts de cierta marca y de los demás pasa, o que nunca compite aunque sepa que va a ganar o quizá por eso. O que de tanto en tanto necesita desaparecer en su burbuja, ahí la entiendo.
Con solo 13 años ha sobrevivido a una pandemia encerrada en casa, a una tipa que no dudaba en hacerle bullying, a otra que intenta quitarle a su chico. A visto morir a un abuelo y a varios bisabuelos. Ahora, la separación de unos padres.
Dicen que tenemos en común muchas cosas, que compartimos rarezas, tics y certezas. Habría que ver de cual de nuestros ancestros estamos heredando genes. Dudo que nunca se llegue a dar cuenta de lo importante que fue su llegada a mi vida, no que ella hiciera nada, sino que al conocerla asenté las últimas verdades que he marcado en mi vida y desde entonces solo he añadido una mas. Por alguna razón a mis dos sobrinas les he asignado una canción, la de Leyre ya estaba hecha al nacer ella, la de Miríam hubo que esperar. Me da igual de que hablen esas canciones, o como envejezcan, para mi siempre hablan de ellas.
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