El gato no es un tigre estropeado
Antes de que nadie se me tire al cuello, unas aclaraciones:
Primera aclaración: no tengo ni los estudios ni la titulación necesaria para tratar el tema con profundidad ni seriedad. Simplemente vuelco aquí lo que he entendido de todo lo que he leído y escuchado mientras buscaba saber más del tema y cómo actuar delante de una persona neurodivergente. Por lo tanto, el texto puede contener errores e inexactitudes.
Segunda aclaración: aunque tengo claro que no tienen nada que ver con la neurodivergencia, iré poniendo ejemplos con zurdos y daltónicos para expresar mejor mis ideas. En ningún momento afirmo que sean situaciones ni remotamente parecidas.
El término neurodivergente es relativamente "nuevo", pero poco a poco se va haciendo común, ya que explica rápidamente la diferencia existente, porque de eso se trata: de una diferencia entre el grupo promedio de los humanos, también llamado neurotípicos, y el resto. Ni mal funcionamiento, ni rotura, ni estropicio, ni superpoderes, simplemente una manera diferente de funcionar respecto al promedio. El término lo acuñó Kassiane Asasumasu en el año 2000.
En el mundo somos unos ocho mil millones de personas, con sus respectivos ocho mil millones de cerebros. La ciencia hace tiempo que sabe que no todos ellos funcionan igual, que no todos tienen el mismo "cableado". A esto, en 1998, Judy Singer acabó dándole el nombre de neurodiversidad, término que engloba todas las diferentes maneras que existen de funcionamiento del cerebro. Pero dentro de esta neurodiversidad, la mayoría de los cerebros de estas ocho mil millones de personas experimentan el mundo de manera parecida, y les llamamos neurotípicos, pero un pequeño porcentaje, aproximadamente un 10%, unos ochocientos millones, experimentan el mundo de manera diferente ante los mismos estímulos. A estos los llamamos neurodivergentes.
También se cifra aproximadamente en un 10% la población mundial que es zurda. A estos los distinguimos con facilidad, ya que mientras el 90% utiliza la mano derecha para realizar tareas habituales, ellos lo hacen con la izquierda. La diferencia con la neurodivergencia es que ninguno de nuestros sentidos nos indica que esta o aquella persona es neurodivergente. Aunque el cerebro estuviera fuera de su carcasa de cráneo, piel y pelo, nada nos indicaría que lo es, como también sucede en el caso de los daltónicos.
Si estás delante de un daltónico, tampoco tienes manera de saberlo; de hecho, el daltónico no sabe que lo es. Los daltónicos siempre han visto el mundo de la misma manera y creen que los demás también ven el mundo igual que ellos. Solo a base de la experiencia o del diagnóstico de un especialista acaban sabiendo que la mayoría del mundo, el otro 96% de la población, ve las cosas de manera diferente. Esto sucede desde hace relativamente poco, ya que no fue hasta finales del siglo XVIII cuando John Dalton puso el foco en que existía gente que no veía igual que la mayoría. Antes no es que no existieran, pero eran "el tonto de Paco que no sabe distinguir entre las manzanas rojas y las verdes".
El caso de las neurodivergencias es parecido al daltonismo. Como pasa con estos, no hay nada externamente que distinga a un neurodivergente de un neurotípico, y como con los daltónicos, solo cuando observas que realizan acciones asociadas a una neurodivergencia, repetidas veces en el tiempo, puedes concluir que algo les sucede. Vamos, que un niño puede confundir una manzana verde y una roja, incluso muchas veces, pero si pasan los años y sigue sin distinguir los dos colores, entonces seguramente pasa algo.
En el caso de las neurodivergencias, la cosa se complica mucho. Para empezar, el término engloba TDAH, altas capacidades, dislexia, trastorno del espectro autista, discalculia... Todas ellas comparten algunos síntomas, pero tienen otros completamente diferentes. Incluso una persona puede tener más de una de ellas al mismo tiempo. No hace tanto que la medicina se ha metido a estudiar el cerebro y, por lo tanto, siguen descubriendo cosas que contradicen lo que hasta hace poco se daba por sabido. Así, no hace tanto tiempo ya se habla de doble excepcionalidad, ya que se están dando cuenta, por ejemplo, de que tener alta capacidad no implica tener ninguna de las otras neurodivergencias, pero que en cambio muchos de los que tienen TDAH (tedehacheros) tienen al mismo tiempo alta capacidad, dislexia... o cualquier otra combinación. O que si el niño es tedehachero, el padre o la madre por fuerza lo son. Y con casi toda seguridad, lo mismo sucede si el niño es autista.
En cuanto a observar síntomas externos que nos hagan pensar que la otra persona es neurodivergente, también se complica. Por ejemplo, en el caso del TDAH, la "H" es de hiperactividad. Esta hiperactividad, al contrario de la creencia popular, suele ocurrir con más frecuencia en el procesamiento de ideas, pero algunas veces se manifiesta en tics externos. Que una persona esté repiqueteando constantemente con el pie en el suelo puede indicar que simplemente esté nerviosa, y todos hemos estado nerviosos en algún momento. Que repita esta acción con frecuencia puede ser simple estrés. Si lo repite en todo momento y durante años, quizá es un buen momento para consultar al psicólogo.
Este sería un síntoma a nivel muy básico y fácil de detectar, pero los síntomas pueden ser mucho más complicados de identificar o, quizá, aparte del propietario de un cerebro neurodivergente, nadie lo llegue a detectar jamás. Como en el ejemplo de los daltónicos, el neurodivergente no sabe que lo es, pero con el tiempo se dará cuenta de que algo en él no encaja con el mundo. Así que muchos optan por el masking, enmascarar su diferencia.
He comentado que el 90% de la población es diestra, así que el mundo ha sido construido por y para diestros. Cuando los zurdos se encuentran con una cerradura, o se adaptan a abrirla a mano cambiada o aprenden a abrirla con la izquierda. Esto sería el masking para zurdos. Una de las cosas que cuentan la mayoría de personas con altas capacidades es que en todas las reuniones sociales llega un punto en que su mente dice: "ya no puedo socializar más". Esto los neurotípicos no son capaces de entenderlo, ya que pueden pasarse horas y horas charlando con un café, de fiesta o en una aburrida reunión. Así que el neurodivergente puede levantarse e irse, dejando a los demás sin entender qué ha pasado, pero quizá se dan cuenta de que deben continuar en esa reunión o fiesta si quieren conservar el trabajo o los amigos. Así que optan por masking. Esto puede ir desde desconectar y parecer ausentes, hasta empezar a emborracharse para integrarse. Los estudios dicen que son más las mujeres que utilizan el masking que los hombres.
Otro problema al que han de hacer frente son los límites y cómo los neurotípicos se relacionan con los de un lado u otro de ellos. Esto se entiende más fácilmente con las altas capacidades en concreto, ya que una parte de su identificación se hace por coeficiente intelectual y eso son numeritos.
Del libro Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia de Kathleen Stassen Berger de 2007
Os pongo este gráfico que aparece el mismo o similar en todos los libros de psicología, basándose en la desviación estándar de la escala Wechsler y bla bla bla de mil cosas científicas, pero que sirve para mi explicación. El 100 es la persona promedio, lo que todos llamamos erróneamente normal. Como ya he dicho, no todo el mundo es igual, así que abrimos la franja entre el 85 y el 115 para referirnos al promedio. Si la puntuación va por debajo de 70, se diagnostica retraso y por encima de 130, alta capacidad.
Hay que poner límites, fronteras, para poder evaluar algo tan etéreo, para llegar a acuerdos, para simplificar la explicación, pero ¿qué pasa con los que están entre 115 y 130? ¿Y los que están en 129? Vamos al otro lado, ¿qué pasa con los que están entre 70 y 85? ¿Y los que están en 69?
Aparte de ponerle frontera a algo intangible, hay que añadirle la percepción. En tiempo escolar, nadie percibe ningún problema en ponerles una ayuda a todos aquellos que están por debajo de 85. Desde un profesor de repaso después de clase, uno que le dedique el 100% de la atención en horario escolar o incluso una institución entera. Pero, en cambio, nadie concibe poner ayudas para aquellos que están por encima de 115. Son la misma desviación en la campana de Gauss, pero los de la izquierda de la misma están mejor vistos e incluso llegamos a "castigar" a los de la derecha.
Sin meterme en política, en la Comunidad de Madrid se crearon ayudas para el grupo de 130 para arriba. Desde que se puso en marcha esta medida, en la comunidad han crecido más de lo habitual las personas con 129.
Entre los neurotípicos, cada vez está más instalado un mantra, sobre todo con respecto a las neurodivergencias que implican una mayor capacidad de procesamiento, que dice: "Cada vez hay más gente que dice que es superdotado". No voy a meterme en la diferencia entre superdotado y alta capacidad, ya que da para varios capítulos de un libro, pero sí me gustaría desmontar el mantra.
Para empezar, sí saldrán más neurodivergentes. Al principio he dicho que se calcula que el 10% de la población mundial lo es, pero los mismos estudios dicen que solo hay un 2% de identificados. Lo que quiere decir que en la clase de veinticuatro alumnos de tu hijo, al menos debería de haber dos, pero seguramente en todo el colegio no hay diagnosticados más de quince. Si tu hijo tiene suerte de ser neurodivergente en España, seguramente será diagnosticado, pero habrá quien nazca, crezca y muera en Etiopía, por ejemplo, sin saber que tiene una neurodivergencia.
Otra razón son tedehacheros, altas capacidades, disléxicos, etc., que hasta hace poco parecía que desaparecían al llegar a la edad adulta y no se contaban. Pero como ser zurdo o daltónico no es algo que cambie con la edad. Puede que con cuarenta años descubras que eres autista.
Al punto anterior ayudan las redes sociales. Antes de ellas, el neurodivergente que no sabía que lo era podía pasar toda su vida sin saberlo. Ahora, con la red, uno puede identificarse con un caso de la otra punta del mundo, y esto hacer que empiece a investigar y darse cuenta de que no está roto, sino que dentro de la neurodiversidad él se encuentra en un punto alejado del promedio.
Y no, la tecnología no está creando más neurodivergentes. Como mucho, es la sociedad moderna la que nos quiere a todos como robots y que nos rijamos por los mismos estándares, lo que está provocando que el promedio cada vez se acote más y que haya más gente en los dos extremos de la campana de Gauss.
Todo esto no quita que haya gente que se autodiagnostique basándose en los mitos. "Mi niño da por culo todo el rato, así que es hiperactivo". No, tu niño está malcriado. "Mi niña saca buenas notas, así que tiene alta capacidad". No, es muy lista, sabia, inteligente, pero nunca sentirá ese miedo intangible al irse a dormir cada noche. Ni los mitos al revés: "A mi niño le cuesta leer porque es distraído, pero poco a poco aprende". No, el niño es disléxico y lo que ya sabe leer es porque se lo ha aprendido de memoria de tanto que se lo repites.
Con todo esto, no he ni rascado la superficie del tema. La neurodivergencia no deja de ser una convención social por la que intentamos dar nombre a aquellos cuyo cerebro funciona diferente al de la mayoría. Yo llegué intentando saber cómo interactuar con las personas que están en estos extremos, pero de momento sigo sin encontrar respuestas. Si quieres informarte, tendrás que buscar términos como TDAH, altas capacidades, autismo, dislexia, doble excepcionalidad, neurodiversidad, neurotípico, neurodivergente... y profundizar mucho más allá de los primeros resultados que te ofrezca la búsqueda, ya que suelen repetir la definición académica. Huye de los que dicen tener superpoderes, de los que dicen que es un problema o de los que te venden soluciones rápidas. Un lugar por donde puedes empezar, que a mi me ha servido, es por los vídeos de Bea Sánchez en Youtube o en su página web mamavaliente.es De hecho el título de este post sale de un vídeo suyo.
Espero no haber metido demasiado la pata y que te sirva para algo.
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