El circo

Hola,

Había una vez un gran circo, uno de aquellos viejos circos de varias pistas. Nunca entendí estos circos, porque si mirabas a los elefantes bailando, te perdías a los trapecistas. A lo que iba, un circo de varias pistas, lleno de grandes artistas venidos de todas partes del mundo.
Un buen día se contrató un nuevo jefe de pista, y este ha convencido al dueño del circo, que el espectáculo mejorará si cambia a los artistas de pista. Los trapecistas de aquí a allá, el domador en aquel otros lado,... y payasos por todas partes. Cree por ejemplo, con ilusa ilusión, que el lanzador de cuchillos mejorará su puntería si pasa de la pista central a la segunda pista. Estúpido a todas luces, ya conocéis a Boris, el acierta donde sea. Pues con todo esto se ha armado un gran revuelo, porque por razones que solo los jefes del circo saben, querían mantenerlo en secreto. Pero para ello no debían de haber llevado a la mujer barbuda a la reunión, porque todos sabemos que es de verborrea fácil. Y como pasa con todos los rumores, y con la falta de información, la gente le ha sumado su mala baba, y ahora ya dicen que si el cuidador de elefantes... ya me entendéis.
La pena de todo este embrollo es que por culpa de un nuevo jefe de pista, sabedor de nada en cuanto a lo circense, y que vendía humo en su último trabajo, haga dudar a alguien, aunque sea por un segundo, de la habilidad de los trapecistas, del equilibrio de los funambulistas, de la gracia de los payasos, o del valor del domador de leones. Viva el circo.