Contando historias
El cazadragones descansaba resoplante apoyado en su espada que tenia con la punta hundida en el suelo. Delante suyo yacía muerto el enorme bicho al que acababa de matar tras una dura pelea. Contemplaba como la lanza le había atravesado el cuello, pero aún así no lo había matado, sino que lo enfureció mucho más, hasta que al final consiguió atravesarle el corazón con su espada. Mientras se recuperaba se revisaba los rasguños y daba gracias una vez mas al día que decidió cambiar la pesada armadura, que quizá iba bien para los caballeros en sus guerras, por una ligera puesto que para las garras de un dragón los dos modelos eran igual de blandas, pero la ligera le permitía moverse con rapidez lo cual esta vez le había salvado de un zarpazo mortal justo después que de un certero colazo les hiciera caer a él y a su montura.
Cerca de la bestia seguía sin sentido la joven que vio como iba a ser devorada por el dragón, y que le impulsó el atacar esta presa inesperada. Guardó la espada, no sin problemas desclavó la lanza, buscó una soga en las alforjas, ató un extremo alrededor del cuello del dragón y el otro extremo a su caballo. Un animal grande, elegante, de sangre andaluza, pero que al mismo tiempo era capaz de arrastras un dragón como este. Como la dama no despertaba la subió a lomos del caballo, cogió al caballo por las bridas y empezó a encaminarse hacía al pueblo.
Durante el camino por el bosque le daba vueltas a que hacía aquella joven en aquel lugar y porque el dragón se la iba a comer. Los dragones son listos, valientes y osados pero solo atacan por defensa o supervivencia, y raramente a humanos si no se cruzan en su camino. ¿Y la joven? Si a ese bosque solo le faltaba un cartel que dijera, aquí vive un dragón. Pero que se puede esperar de seres tan complicados que cuando dicen sí, quieren decir no. Cuando dicen no, es sí, excepto cuando el sí es sí y el no es no. Que se lo pregunten a mi mujer, se decía a sí mismo. No te líes con ninguna doncella – me dijo al salir de casa - y yo por ahí peleándome con bestias que se me zamparían de un bocado. Eso sí, cuando llego a casa con una bolsa de monedas, todo son cariñitos.
Mientras pensaba en todo esto llegó a la plaza del pueblo. Desde que entró en él se había dado cuenta: no había gente. Llegados a la plaza mayor el panorama era el mismo, y empezó a plantearse que el dragón se los había comido a todos, pero vio que no había ni destrozos ni sangre. Sangre. Sus ojos se abrieron como platos, dejó al caballo, al dragón y a la dama y empezó a caminar el camino recorrido. Desde la cueva del dragón hasta la plaza del pueblo fueron dejando un rastro de sangre que brotaba de la herida del corazón del dragón. La sangre se filtraba en la tierra y al poco tiempo surgían rosas donde había habido sangre.
Maldita sea mi estampa, es un dragón mágico, con lo que no tardará mucho en desaparecer, y adiós a la recompensa. Porque a ver quien le explicas que has matado a un dragón si no queda ni rastro. Además en esta mierda pueblo tampoco hay nadie.
Desató al dragón de la montura, y dejó a la chica, que seguía inconsciente, tumbada a la sombra. Porque a esta la dejo aquí, que no mas falta que un conocido me vea con ella, y la tenemos liada en casa - pensó mientras la dejaba. Mientras veía como el rastro de rosas se acercaba al dragón, subió al caballo y se marchó.
El dragón empezó a desvanecerse, cuando toda la gente del pueblo salía de la iglesia. Se habían reunido allí de urgencia ya que la princesa había desaparecido, y estaban preparándose para salir a buscarla. Asombrados vieron desaparecer al dragón y vieron que detrás de él estaba la princesa, sana y salva.
Al despertar la princesa explicó su historia, la cual por orden del rey fue escrita en papel para que las siguientes generaciones conocieran la historia. El encargado de hacerlo, el erudito del pueblo, que había leído a Homero y a los clásicos, decidió que la historia debía de contarse de manera épica. Así que el desconocido caballero se convirtió en el mismísimo San Jorge, que descendió del cielo a lomos de su blanco caballo y que tras feroz batalla derroto al dragón que tenía atemorizada a la población, y que había exigido a una joven cada día, a cambio de no destruir el pueblo. Y la princesa se había ofrecido de manera valerosa a ser la primera victima, y por ello Dios envió al santo guerrero para derrotar a la bestia.
La historia fue del gusto del rey, y se empezó a contar de padres a hijos, y estos a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, así hasta el día de ayer en el que yo, senté a Leyre en mi regazo y le expliqué la historia. Que hubo una vez un dragón "Grrrrr", y una princesa que es como una nena grande. Y llegó San Jordi en su caballo "brrrr", se peleó con el dragón y le ganó. No tengo claro si le gustaban mis ruidos, los pelos de mi nariz o la historia pero su mirada no se apartaba de mi. Las buenas historias ya tienen estas cosas.
Cerca de la bestia seguía sin sentido la joven que vio como iba a ser devorada por el dragón, y que le impulsó el atacar esta presa inesperada. Guardó la espada, no sin problemas desclavó la lanza, buscó una soga en las alforjas, ató un extremo alrededor del cuello del dragón y el otro extremo a su caballo. Un animal grande, elegante, de sangre andaluza, pero que al mismo tiempo era capaz de arrastras un dragón como este. Como la dama no despertaba la subió a lomos del caballo, cogió al caballo por las bridas y empezó a encaminarse hacía al pueblo.
Durante el camino por el bosque le daba vueltas a que hacía aquella joven en aquel lugar y porque el dragón se la iba a comer. Los dragones son listos, valientes y osados pero solo atacan por defensa o supervivencia, y raramente a humanos si no se cruzan en su camino. ¿Y la joven? Si a ese bosque solo le faltaba un cartel que dijera, aquí vive un dragón. Pero que se puede esperar de seres tan complicados que cuando dicen sí, quieren decir no. Cuando dicen no, es sí, excepto cuando el sí es sí y el no es no. Que se lo pregunten a mi mujer, se decía a sí mismo. No te líes con ninguna doncella – me dijo al salir de casa - y yo por ahí peleándome con bestias que se me zamparían de un bocado. Eso sí, cuando llego a casa con una bolsa de monedas, todo son cariñitos.
Mientras pensaba en todo esto llegó a la plaza del pueblo. Desde que entró en él se había dado cuenta: no había gente. Llegados a la plaza mayor el panorama era el mismo, y empezó a plantearse que el dragón se los había comido a todos, pero vio que no había ni destrozos ni sangre. Sangre. Sus ojos se abrieron como platos, dejó al caballo, al dragón y a la dama y empezó a caminar el camino recorrido. Desde la cueva del dragón hasta la plaza del pueblo fueron dejando un rastro de sangre que brotaba de la herida del corazón del dragón. La sangre se filtraba en la tierra y al poco tiempo surgían rosas donde había habido sangre.
Maldita sea mi estampa, es un dragón mágico, con lo que no tardará mucho en desaparecer, y adiós a la recompensa. Porque a ver quien le explicas que has matado a un dragón si no queda ni rastro. Además en esta mierda pueblo tampoco hay nadie.
Desató al dragón de la montura, y dejó a la chica, que seguía inconsciente, tumbada a la sombra. Porque a esta la dejo aquí, que no mas falta que un conocido me vea con ella, y la tenemos liada en casa - pensó mientras la dejaba. Mientras veía como el rastro de rosas se acercaba al dragón, subió al caballo y se marchó.
El dragón empezó a desvanecerse, cuando toda la gente del pueblo salía de la iglesia. Se habían reunido allí de urgencia ya que la princesa había desaparecido, y estaban preparándose para salir a buscarla. Asombrados vieron desaparecer al dragón y vieron que detrás de él estaba la princesa, sana y salva.
Al despertar la princesa explicó su historia, la cual por orden del rey fue escrita en papel para que las siguientes generaciones conocieran la historia. El encargado de hacerlo, el erudito del pueblo, que había leído a Homero y a los clásicos, decidió que la historia debía de contarse de manera épica. Así que el desconocido caballero se convirtió en el mismísimo San Jorge, que descendió del cielo a lomos de su blanco caballo y que tras feroz batalla derroto al dragón que tenía atemorizada a la población, y que había exigido a una joven cada día, a cambio de no destruir el pueblo. Y la princesa se había ofrecido de manera valerosa a ser la primera victima, y por ello Dios envió al santo guerrero para derrotar a la bestia.
La historia fue del gusto del rey, y se empezó a contar de padres a hijos, y estos a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, así hasta el día de ayer en el que yo, senté a Leyre en mi regazo y le expliqué la historia. Que hubo una vez un dragón "Grrrrr", y una princesa que es como una nena grande. Y llegó San Jordi en su caballo "brrrr", se peleó con el dragón y le ganó. No tengo claro si le gustaban mis ruidos, los pelos de mi nariz o la historia pero su mirada no se apartaba de mi. Las buenas historias ya tienen estas cosas.
Bonita historia y muy usual eso de transformarlas.
ResponderEliminarMuy tierna la imagen tuya contándosela a Leyre, seguro que la encantó todo, los ruidos, la historia, tu voz y hasta los pelos de tu nariz!!! jajajajja
Besitos
ahh con razon la historia de saint jordi ...mas abajo esta el pan de saint jordi....con razon....
ResponderEliminarbesines jor y que la pases lindo en eset dia de saint jordi...
:) sauvignona
Eeeeyyy vuelvo a las 12 menos diez, justo a tiempo para felicitarte en el día de Sant Jordi!!!
ResponderEliminarMuchas Felicidades!! espero que el libro y la rosa te hayan caído jeje
Más besitos