Sin salir del vecindario

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Si seguimos sin salir del vecindario espacial siempre tendremos el mismo problema. Actualmente somos un niño, subidos a una silla mirando a través de la ventana de la habitación con un telescopio, que quiere saber que sucede a la vuelta de la esquina.
Esta vez el problema se llama Ross 128, una estrella enana roja que se encuentra a once años luz de la Tierra. La hemos enfocado varias veces con nuestro radiotelescópios y resulta que no deja de enviar señales a un ritmo constante. Vamos, como si nuestro niño asomado a la ventana viera en el edificio de enfrente la luz de una habitación que se enciende y se apaga, a un ritmo constante. ¿Un fallo del interruptor?¿Un humano que no llega a ver que está jugando con la luz?¿Cualquier otra explicación? Pues no lo sabrá si no sale de su casa, va hasta la habitación del edificio de enfrente y lo descubre. No sabremos que sucede en esa estrella hasta que vayamos hacía ella, pero resulta que no sabemos salir de nuestra habitación a la que llamamos Tierra. Al menos no para ir tan lejos.
Así que utilizamos otros telescopios mas potentes, hacemos cálculos matemáticos, intentamos desentrañar los secretos a través del ancho de onda de la luz,... todo suposiciones, pero ninguna verificación empírica. Tras descartar que nada alrededor de la estrella envía señales parecidas, ni que el origen puede ser otro, para los científicos solo hay tres explicaciones: Emisiones producidas por las llamaradas. Emisiones de un objeto que está justo delante de Ross 128. O los motores de un satélite terráqueo del que hemos perdido la pista. Las tres posibles explicaciones tienen sus pero, así que ninguna de ellas descarta la posibilidad, que ya ningún científico se atreve a no tener en cuenta, de una señal producida por seres inteligentes.
Como le pasa al niño, no tendremos la respuesta de verdad si no sale de su habitación, su casa, su edificio, su calle,... y empieza a explorar.

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